Son múltiples los problemas que
aquejan a La Guajira, pero el mayor de ellos es la falta de articulación de
actores, ya sean instituciones públicas nacionales, regionales y locales, ONG,
empresas del sector privado, profesionales y ciudadanos de a pie, todos con
deseos de ayudar a esta región, pero cada uno a su manera, con estilos
diferentes, con estrategias distintas, con objetivos aparentemente iguales pero
cuyos resultados no logran alcanzar los objetivos deseados.
Un primer elemento que se ha
podido identificar es que muchos no entienden a La Guajira, desconocen el territorio
y a sus comunidades, no saben que son diferentes, que se comportan diferentes,
que hay diferencia culturales y étnicas, formas diferentes de entender y
relacionarse entre sí, con los demás y con el entorno, desconocen sus problemas
más profundos, ni siquiera sabemos cuántos somos ni como nos distribuimos en la
inmensidad de esta dura geografía, trayendo como consecuencia no lograr impactar
positivamente los profundos problemas que presenta la región.
El individualismo, los intereses
mezquinos, el todo vale, la falta de compromiso, la indolencia nos golpea, no solo local sino nacional, y se
vuelve más difícil cuando actores de todo tipo,
ya sea empresarios, ciudadanos, medios de comunicación, entidades oficiales y otros, creen que con decir
que todo es corrupción ya solucionaron el problema, porque no saben que hay raíces
más profundas que hacen que La Guajira requiera de estrategias diferenciales
para poder superar sus profundas crisis.
Veo a todo el mundo trayendo
ladrillos para ayudar a construir La Guajira soñada, pero traen ladrillos de tamaños
y materiales diferentes, algunos traen planos y diseños propios, otros ni siquiera
eso, y cargados de buena voluntad comienzan a construir La Guajira que ellos
creen que debe ser, armando un vendaval de ayudas que levantan un polvorín donde
nadie sabe que está haciendo el otro.
Cuando se asienta el polvo levantado
por tantas personas intervinientes y miramos que hemos hecho encontramos
ladrillos tirados por todas partes, como si hubieran pasado un huracán, pero en
el fondo no hemos construido nada, por el contrario, es posible que hayamos acrecentado
la crisis y las inequidades, porque nadie siguió un libreto, no usamos los
mismos planos, en decir, no construirnos nada, y a los pocos días deberemos volver
a comenzar de cero, con el agravante de que además deberemos recoger los
escombros de las erráticas acciones pasadas.
Construimos un Plan de Desarrollo
Departamental 2016-2019 que busco cambiar esto, un plan pensando en la región y
no pensando en ejecutar un presupuesto, que es el mayor error que se comete
siempre, el presupuesto es solo una herramienta, como muchas otras que se deben
usar en su debido momento, pero no es la finalidad, es un Plan de Desarrollo más
pensando en la articulación de actores, en la construcción de un plano de región en el cual cada actor, sea público
o privado, incluso la misma ciudadana, y las etnias entre ellos, aportara su
granito de arena para que al final pudiéramos tener algo sólidamente construido,
una región con futuro y oportunidad para todos, en lo económico, en lo social,
en lo étnico, en lo cultural, y sí, incluso en lo político, porque invitaba a
hacer un cambio de chip mental.
La nación ha hecho importantes
inversiones, eso es cierto, y ha impactado importantes grupos de población, también
en cierto, pero la mayoría de la población sigue aun sin impactar, porque no conocen
el territorio, y no articulan con la región. ICBF ha disparado la atención en el
Territorio, y lo sigue haciendo, sale todo los días a buscar niños, desafortunadamente
se le condena más por los niños que han muerto pero nadie reconoce los miles de
niños que ha salvado, y peor, desconocen las causas por los que murieron, muchos
asociadas a la pobreza extrema, la falta de oportunidades para sus padres, las
fallas de un sistema de salud que colapso hace muchos años, a la falta de
carreteras y transporte público rural, al cambio climático y la desertificación
acelerada y la sequía que continua hoy día, pese a algunas lluvias, a no saber que
La Guajira es más rural y étnica de lo que se creía, a la falta de empoderamiento
de las comunidades para que puedan ser responsables y artífices de su propio
futuro.
La Guajira necesita hoy más que
nunca, más que recursos, es ponerse de acuerdo en algo, establecer un norte
definido, sea basado en el Plan de Desarrollo Departamental 2016-2019 o en
otro, eso es lo de menos, lo importante es unificar criterios y con base en
ellos diseñar estrategias unificadas y claras, donde cada actor asuma responsabilidades
concretas y medibles en la construcción de ese gran proyecto que debería ser La
Guajira, donde quepamos todos, donde nos reconozcamos como iguales, donde se
generen las mismas oportunidades.
La Guajira se ha especializado en
ocupar los últimos lugares en todo, en competitividad estamos de últimos, o de penúltimos
cuando nos gana el Choco, y los primeros lugares los ocupamos en muerte de niños
y madres gestantes y lactantes, mayoría indígenas, esto no puede continuar,
debemos cambiar este escenario de tragedias diarias que se repiten sin cesar, y si hay algo que tengo bien claro es que si podemos
porque en La Guajira está llena de personas buenas con mucha capacidad y ganas para
lograrlo.
Si convirtiéramos a la Riohacha
urbana en lo mejor de lo mejor, alcanzando los mejores puntajes en los
diferentes ranking con que se miden las regiones, sin intervenir y generar oportunidades
en la zona rural y étnica, al sumar y promediar, La Guajira como región vuelve
y se ubica en los últimos lugares, esto implica que las grandes apuestas deben
ser repartidas en todo el territorio, en lo urbano y lo rural, con enfoque étnico
y diferencial, porque La Guajira es más rural, y no habrá desarrollo si nuestra
población rural y étnica mayoritaria se sigue ubicando en niveles de pobreza multidimensional
superiores al 85.5%.
Si podemos, pero debemos ponernos
de acuerdo para lograrlo, porque los retos son muy grandes.